lunes, 19 de diciembre de 2011

El Rey Théoden

Hoy iba en el metro leyendo El retorno de Rey y escuchaba Empyrium, amo este libro y esta banda.
Voy a compartir con ustedes un retazo, que al leerlo me puso la piel de gallina y leerlo escuchando Waldpoesie me produjo una gran emoción:

"...Pero en ese mismo instante hubo un resplandor, como si un rayo hubiese salido de las entrañas
mismas de la tierra, bajo la ciudad. Durante un segundo vieron la forma incandescente, enceguecedora y lejana   en   blanco   y   negro,   y   la   torre   más   alta   resplandeció   como   una   aguja   rutilante;   y   un   momento después, cuando volvió a cerrarse la oscuridad, un trueno ensordecedor y prolongado llegó desde  los campos.

           Como al conjuro de aquel ruido atronador, la figura encorvada del rey se enderezó súbitamente.
Y otra vez se le vio en la montura alto y orgulloso; e irguiéndose sobre los estribos gritó, con una voz más fuerte y clara que la que oyera jamás ningún mortal:

           ¡De pie, de pie, Jinetes de Théoden!
           Un momento cruel se avecina: ¡fuego y matanza!
           Trepidarán las lanzas, volarán en añicos los escudos,
           ¡un día de la espada, un día rojo, antes que llegue el alba!
           ¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!


           Y al decir esto, tomó un gran cuerno de las manos de Guthlaf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.

           ¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!

           De pronto, a una orden del rey, Crinblanca se lanzó hacia adelante. Detrás de él el estandarte
flameaba   al   viento:   un   caballo   blanco   en   un   campo   verde: pero Théoden ya se alejaba. En pos del rey galopaban los jinetes de la escolta, pero ninguno lograba darle alcance. Con ellos galopaba Eomer, y la crin blanca de la cimera del yelmo le flotaba al viento, y la vanguardia del primer éored rugía como un oleaje   embravecido   al   estrellarse   contra   las   rocas   de   la  orilla, pero   nadie   era   tan   rápido   como   el   rey Théoden. Galopaba con un furor demente, como si la fervorosa sangre guerrera de sus antepasados le corriera por las venas en un fuego nuevo; y transportado por Crinblanca parecía un dios de la antigüedad, el   propio   Oróme   el   Grande,   se hubiera   dicho,   en   la   batalla   de   Valar,   cuando   el   mundo   era   joven.   El escudo de oro resplandecía y centelleaba como una imagen del sol, y la hierba reverdecía alrededor de las patas del caballo. Pues llegaba la mañana, la mañana y un viento del mar; y ya se disipaban las tinieblas; y los hombres de Mordor gemían, y conocían el pánico, y huían y morían, y los cascos de la ira pasaban
sobre ellos. Y de pronto los ejércitos de Rohan rompieron a cantar, y cantaban mientras mataban, pues el júbilo de la batalla estaba en todos ellos, y los sonidos de ese canto que era hermoso y terrible llegaron aun a la ciudad."